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“En la pared del living de mi casa tengo colgada la llave que ganó mi papá en Japón, me la regaló, la encuadré y le agregué algunas fotos suyas en River (NdeR: el premio para el MVP de la final era un auto, representado simbólicamente en esa llave gigante). Tiene el Toyota escrito en japonés, ja”.
Japón es la Intercontinental, la única que luce en las vitrinas del Monumental. Y el protagonista que relata con una sonrisa este y tantos otros recuerdos es Juan Manuel Alzamendi, hijo del gran Antonio (autor de aquel gol al Steaua Bucarest) y preparador físico de Nacional, precisamente el rival de River este martes por la Copa Libertadores. Pero tenerlo enfrente, como ya sucedió en Núñez hace poco más de tres semanas, es algo meramente pasajero para el barbudo de 35 años que también es diseñador de interiores: el club en el cual su padre brilló entre 1986 y 1988 (antes había tenido un paso entre 1982 y 1983) es parte de la mesa familiar desde que él era chiquito.
Por eso, Juan Manuel, quien describe su tarea como “un puzzle” por la gran cantidad de partidos que lleva el Bolso (19: tuvo que jugar dos fases previas de Copa) y desea que el equipo “sostenga la intensidad mostrada en el Monumental”, sabe que la de Montevideo no será una noche más para los Alzamendi, hoy esparcidos entre Cardona (ciudad uruguaya donde vive Antonio), la capital de aquel país y Buenos Aires, donde Catalina -otra hija- es profe de tenis en River. Lo que el ex goleador le cuenta del club, cuando ni lo pudo saludar en la reciente visita de Nacional a Argentina por los protocolos de la Conmebol, los dirigidos por Demichelis que más lo sorprendieron física y futbolísticamente y más en esta charla con Olé…
-Miles de hinchas de River darían hasta lo que no tienen por la llave que tenés colgada en tu casa, Juan. Es un gran recuerdo…
-Sí, lo primero que hice fue encuadrarla y ponerle imágenes de esa final. Me regaló bastantes cosas, pero esto es especial porque tiene un tamaño lindo y es del título más grande que consiguió. Quedó chocho cuando la vio porque incluso él la tenía quebrada en su casa. Le dije que me la diera y la pegué.
-¿Es lo único que tenés suyo?
-Tengo alguna medalla y en mi casa de Durazno hay un cuadro gigante en el que está él, Ruggeri y yo de chiquito, en Logroño.
-Algo curioso de Japón te tiene que haber contado…
-Sí, varias anécdotas, pero algunas son picantes y no las puedo decir, ja ja.
-Si bien no lo viste, ¿te mueve algo que tu papá haya hecho uno de los goles más importantes de la historia de River?
-Pasa que al crecer día a día con él, para mí es mi padre. Obvio que soy consciente de lo que es él para el fútbol, pero acá en Uruguay no es tanto como allá en River. No tuve la posibilidad de andar por Argentina, pero por lo que me cuenta mi hermana, a veces no pueden ni caminar. Sobre todo antes, que lo reconocían más. Ahora tiene menos pelo y más canas, ja. Estoy orgulloso de lo que logró, me doy cuenta, pero más por lo que mueve en la gente.
-No viste su auge en 1986, pero ¿qué cosas te contó del club?
-Es cierto que cuando tenía entre 10 y 18 años y él era entrenador, lo veía poco y hablábamos por teléfono, así que no había tantas charlas de fútbol: ya cuando volvió, conversamos más. Pero desde que era chiquito que me cuenta sobre los compañeros, la amistad que hicieron, el club que es River…
-¿Y ahora te tira algún consejo?
-No, hablamos poco de fútbol. Aprovechamos el tiempo que tenemos para hablar de otras cosas, aunque en cada partido me llama y me escribe, sus mensajes son los primeros que tengo.
-Por lo especial que es tu papá en River, ¿vivís como algo especial este partido?
-River es parte de la familia, más allá de que a papá lo disfruté más de técnico que como jugador: él se retiró en 1990 y yo nací en 1988, era muy chiquito. Mi hermana es hincha rabiosa de River, mira los partidos y se la pasa publicando cosas en Twitter. El partido creo que es más especial por él que por mí, porque yo soy de Nacional. Él es de River y de Peñarol, pero ahora hincha por mí en Nacional, así que nada que ver, ja.
-De hecho, Antonio estuvo en el Monumental cuando jugaron el primer partido…
-Sí, lo invitaron, pero la verdad es que ni nos vimos: Conmebol tiene tantos protocolos que ni siquiera nos pudimos sacar una foto. No lo vi, no viajamos juntos y yo me fui con el plantel por otro lado. Igual estuvo bueno que haya vuelto al Monumental, creo que no iba desde la final de la Copa América.
-Hace algunos años incluso no lo reconocieron en el Museo para dejarlo pasar.
-Me la contó, le dijeron que no podía pasar y otro saltó contestándole que mirara cualquier cuadro de ahí que iba a estar en la mayoría. Por suerte no se calienta y volvió bien. Pero es entendible, son generaciones: si le preguntás a cualquier gurí de ahora, por ahí sabe quién es, pero dudo que lo reconozca.
-¿Conocías el Monumental antes del partido del 11 de abril?
-No, nunca había ido. De hecho lo jodía a papá porque no podía ser que conociera el Monumental por mí y no por él.
-¿Coincidís con los elogios de Recoba al césped?
-Sí, tienen razón, nunca había visto un piso como ese. Ningún estadio de acá se asemeja a eso, más allá de que el Parque está muy bien (NdeR: Gran Parque Central, cancha de Nacional). Intentamos hablarlo para que los jugadores tuvieran en cuenta eso, porque replicarlo en algún entrenamiento era imposible. La verdad está precioso, como todo el estadio.
-¿Ahí te sorprendió físicamente algún jugador de River?
-El Diablito Echeverri, que tiene esos arranques en los que va para cualquier lado.
-Nacho, Nacho me gusta. Mentalmente es rápido.
gol – 6-5-2024
El gol de Alzamendi al Steaua
Su historia y cómo llegó a Nacional
-Siempre tuviste una pelota cerca: más allá de tu corta etapa como jugador, ¿siempre tuviste en mente ser preparador físico?
-Hasta los 17 años viví en Durazno y de ahí me vine a Montevideo a jugar y estudiar arquitectura, nada que ver, ja. Pasaron dos o tres años, dejé esa carrera y me metí en diseño de interiores, pero seguía jugando. Cuando me recibí, al año siguiente quedé sin hacer nada porque no me había gustado la carrera y no la quería ejercer, por eso empecé a estudiar educación física. Por suerte en tercer año tuve un profesor, Jorge Giordano (NdeR: hoy es gerente deportivo de la selección uruguaya), que me llevó a su cuerpo técnico. Ahí empecé, como segundo profe.
-O sea, sos profe pero también diseñador de interiores: tu casa debe estar impecable…
-Sí, ja, ja. Me recibí, pero lo único que hice fue terminar la carrera: nunca toqué más nada de eso.
-¿Qué es más difícil: un parcial o final de arquitectura, de diseño de interiores o cuando se te desgarra un jugador?
-Ja, ja. Es cierto que en arquitectura ni llegué a dar parciales, pero cuando se me desgarra un jugador es una puñalada. Eso es lo más difícil.
-¿Y Nacional cómo llega a tu vida?
-Empecé en Juventud de Las Piedras como segundo profe de la Tercera, Cuarta y Quinta. Después, Montevideo Wanderers, River y de ahí a Nacional, donde arranqué como profe institucional. Al año vino el Chino Recoba y, cuando le ofrecieron la Reserva, me invitó a ser el preparador físico. Y antes de llegar a los dos años, nos ofrecieron la Primera en octubre del 2023.
-¿Cómo es tu relación con Recoba? Parece un muy buen tipo.
-Sí, sí, tremendo tipo, recontra humilde. Sobre todo viendo que anduvo por todos lados, es muy sencillo y buena gente. Lo conocí acá, de eso te das cuenta fácil. Generamos una tremenda amistad, estamos lo más bien.
-¿Ya con el Chino eras consciente de que la Primera estaba cerca?
-No pensaba en la Primera de Nacional, pero cuando hablé con él, me dijo que su idea era ir para adelante. Recoba me dio la seguridad y la confianza de seguir, fue un gran paso para mí.
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