jueves, 21 noviembre, 2024

Gusti Fernández, con Olé: “Casi me muero”, los ataques de pánico y la alegría de ser medallista paralímpico :: Olé

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“Mirá lo que tenés, ¿de dónde sacaste eso? (risas). Ahora habrá que sacar una segunda edición”. La frase le corresponde a Gustavo Fernández, en el comienzo de una larga y profunda charla con Olé. Este servidor llevó el libro Hambre de Lobo, la biografía oficial escrita por el cordobés junto al periodista Sebastián Torok que se publicó en noviembre de 2018. Ahora bien, al Lobito le sucedió de todo en los seis años que pasaron desde la salida a la venta de los ejemplares editados por Ediciones B. Pasó de la gloria al calvario y del calvario a la gloria: alzó Grand Slams, llegó a finales de los torneos más importantes del mundo y se colgó la medalla de bronce en los Juegos Paralímpicos de París 2024, pero también sufrió mucho fuera de la cancha. Hubo ataques de ansiedad, el inicio de un tratamiento psiquiátrico y hasta un episodio en el que rozó la muerte.

-Te veo tocando la medalla, acomodándola en la caja. ¿Caíste que lograste, quizás, uno de los grandes objetivos que tenías?

-Aún estoy tratando de procesar todo. En los Juegos había bloqueado mucho las emociones y toda la semana de competencia la viví bajo la línea del proceso de disfrutar, de enfocarme en el tenis y de saber que pasara lo que pasara iba a estar bien, más allá de que la ambición por ganar siempre iba a estar. Pero las últimas dos noches fueron muy jodidas, porque sabía que era ganar y llevarme la medalla o perder y volverme con las manos vacías. Otra vez sin nada. Si bien iba a estar satisfecho y orgulloso, te cambia. Me costó dormir la noche previa, tuve un montón de pensamientos, pero lo banqué con meditaciones, técnicas y tratando de respetar mi tiempo. Así pude aislarme de todos esos pensamientos y lograr enfocarme en el tenis, que en definitiva era lo que iba a hacer que las cosas sucedieran o no. Y creo que es por eso que todavía no llegué a procesarlo, porque apenas terminó el partido, me fui a la Villa, luego a la ceremonia y al día siguiente ya volé a Barcelona para venir a Buenos Aires. Todo es muy rápido. Y anoche soñé que ganaba la medalla de bronce, pero cuando me levanté me di cuenta que ya la tenía. Me tengo que relajar (risas).

Gusti, feliz con su medalla en París. (Reuters)Gusti, feliz con su medalla en París. (Reuters)

-A tus 30 años, ya ganaste Roland Garros (dos veces en singles y una en dobles), el Abierto de Australia (dos en individuales) y Wimbledon (en una ocasión en singles y en dos en dobles), fuiste N° 1 del mundo, medallista parapanmericano y hasta abanderado de la delegación argentina. Sin embargo, hasta agosto la medalla se estaba haciendo desear y recién se te pudo dar en tu cuarto Juego…

-En todos los Juegos tenía la espina de no haber podido aportar una medalla. Devolverle un poco a los que invirtieron tanto económica como metafísicamente para que yo estuviera ahí. Es lindo devolver un poco toda la confianza que se me dio. Además, toda la delegación nacional demostró el peso del Juego Paralímpico y eso da gusto para que se puedan sentar las bases para que el deporte paralímpico crezca y siga en desarrollo.

A Gusti se lo ve cansado, pero contento. Pese a los diversos pedidos de la prensa para entrevistas, no tuvo problemas en destinarle todos los minutos necesarios a las notas. Al mismo tiempo, contestó preguntas de estudiantes de periodismo que se acercaron hasta el Cenard para la conferencia general y luego se sacó fotos con aquellos deportistas que lo tienen como un ídolo y referente. Y durante la conversación con Olé, porque se trató más de eso que de una entrevista formal, el hijo de Gustavo Ismael Fernández (ex jugador de GEPU, Atenas y varios equipos más en la Liga Nacional de Básquet) y de Nancy Fiandrino no dudó en mirar por el espejo retrovisor para recordar todo lo que vivió.

Juegos Paralimpicos  

Gustavo Fernández, mano a mano con Olé

-Sos una persona muy resiliente y ahora estás disfrutando la medalla, pero te levantaste de una jodida, de un problema de salud que casi te cuesta la vida. Contame un poco cómo fue lo que viviste el año pasado.

-Vengo de un par de años bravos. Desde Qatar 2022 en adelante, fueron una tras otra. Tuve mala suerte con lo de la garganta (NdeR: operación de amígdalas que terminó en una hemorragia interna). La infección fue mala suerte y eso me derivó a la operación. Y después la hemorragia también es todo del destino. Por suerte no fue tan malo el destino. Realmente le pasé cerca, casi me muero, pero tocó vivir eso. Yo también tomo malas decisiones, porque lo primero que le digo a la doctora cuando me vuelven a operar es cuándo voy a poder volver a la cancha de tenis. A los dos meses yo estaba jugando las semifinales de Roland Garros y no era lo que tenía que hacer realmente porque llegué en malas condiciones. En consecuencia, eso me generó lesiones y a fin de año terminé con un ataque de pánico y ansiedad. Fue un tiempo complejo.

-¿Cómo hiciste para salir adelante?

-Con paciencia, trabajo y mucho, mucho apoyo. Pasito a pasito no se perdió la fe y la confianza. Se tomó la pausa que necesitaba tomar, porque yo había acelerado un montón de tiempos y mi cuerpo y mi mente necesitaban otras cosas. También cerré un par de capítulos de mi vida personal que habían quedado pendientes y necesitaba cerrar. Creo que fue después de tontas y malas decisiones, que llegaron las buenas decisiones que me llevaron a un proceso lindo y noble. Y eso me condujo a este resultado que, sin duda, se disfruta mucho más también por todo eso e inevitablemente lo hace el más especial de todos.

-Hace poco, Luciano De Cecco, el portador de la bandera en la ceremonia de apertura de los JJ.OO. de París y uno de los referentes del deporte argentino, contó que hasta había sufrido episodios de ansiedad. ¿Cómo lo sobrellevaste? ¿Trabajaste con un psicólogo?

-Hubo que reestructurar un montón de cosas. Primero debía entender por qué había llegado a ese punto: en general esas cosas son la manifestación de haber llevado un camino de algunas cosas no tan sanas. Yo tengo 15 años de carrera, de mucha exigencia mental y física, que no me arrepiento de haberlo hecho, pero que tienen su costo. Las relaciones laborales también tienen su costo. Y a cada uno le toca vivir su propio camino. A mí me pasó lo que me pasó y de ahí en adelante a uno le toca replantearse un montón de cosas. Tratar de descubrir por qué pasó y ver de qué manera corregir para poder empezar a salir adelante. Cuando tocas la ansiedad, después el ataque de pánico, que es por ahí lo más extremo, viene atrás. Entonces, es un proceso de mucha paciencia, de mucho trabajo paso a paso. No se lo deseo a nadie, pero realmente siento y sentía que si lograba atravesar esa brecha fea, en algún momento esto pasaría a ser sumamente nutritivo. Y ahora me encuentro en un momento de paz en mi vida, con una liviandad conmigo que es hermosa. Eso es mucho más lindo que haber ganado la medalla. Después yo creo que este premio (mira la medalla) termina siendo consecuencia de haber logrado sacarme tanto peso detrás y de haber vivido mi vida con más liviandad. Y eso es impagable. Yo tuve que aceptar que necesitaba psicólogo, porque trabajaba con un entrenador mental, pero no un psicólogo. Empecé un tratamiento psiquiátrico, el cual estoy transitando todavía, con todo lo que eso conlleva, y encima debí aceptarlo porque se tiene mucho tabú al respecto. Yo tengo mucha suerte, porque tengo mucho apoyo y mucha gente que me acompaña.

La emoción de Gustavo Fernández, luego de haber ganado el bronce paralímpico. (Reuters)La emoción de Gustavo Fernández, luego de haber ganado el bronce paralímpico. (Reuters)

-Rafael Nadal hizo el prólogo de tu libro y escribió que los tenistas que juegan en silla de ruedas son un ejemplo hasta para la sociedad. ¿Estás de acuerdo con la frase?

-Depende, porque si vos me querés tomar desde el punto de vista deportivo te diría que sí. Yo tengo mucho para aportar desde mi experiencia. En definitiva, mi vida fue un sueño. Después se van generando situaciones que hay que atravesar y punto. Ahora, yo no me quedo con el hecho de que por tener una discapacidad y querer desarrollarse como persona sea algo extraordinario. Yo estoy en contra de ese concepto. Para mí, el tener la posibilidad, el deseo, las ganas y la oportunidad de desarrollarse personalmente ante cualquier situación, ya sea una discapacidad, un contexto conflictivo desde un montón de aspectos, o incluso una pérdida o una estructura familiar distinta, por ahí no convencional, sigo pensando que no es extraordinario como lo dice Rafa. Yo me siento una persona que quiso explorar sus límites y desarrollarse como persona.

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